Si tu piel reacciona de manera exagerada al frío, al viento, al sol, al estrés o a ciertos cosméticos, probablemente sea sensible. En invierno, además, la sensiblidad de la piel puede agravarse.
Pero, ¿cuáles son los síntomas de una piel sensible? Tirantez, picor, enrojecimiento, granitos, descamaciones, irritaciones, erupciones, aspereza al tacto… En casos más graves de piel sensible se pueden formar venitas visibles en las mejillas, que resultan algo antiestéticas y que se pueden tratar con medicina estética. La piel sensible puede aparecer en la cara, en el cuero cabelludo y también en el cuerpo.
Tipos de piel sensible
La piel sensible puede ser natural, de nacimiento, cuando la piel es fina, seca, se enrojece fácilmente y puede sufrir patologías como cuperosis, dermatitis… que debes ser tratadas con ayuda de un dermatólogo.
La piel sensible también puede ser reactiva: cuando la piel reacciona enrojeciendo ante el frío, el sol, el viento, un tratamiento estético como el peeling, o cuidados de higiene inadecuados.
Tambien la piel sensible puede ser ocasional: cuando reacciona en momentos concretos como cambios hormonales, estrés, fatiga, mala alimentación…
9 consejos para cuidar una piel sensible:
- Es fundamental mantener una buena hidratación para mejorar el aspecto de la piel y protegerla de las agresiones externas. Es aconsejable hidratar la piel del rostro por la mañana y por la noche, antes de dormir, y la del cuerpo después de cada ducha.
- Proteger del sol. Los rayos solares están entre los principales responsables de la piel sensible, así que es importante utilizar cremas que lleven protección SPF, incluso en invierno. Y especialmente si se practican deportes de nieve.
- Utilizar productos de belleza y cosméticos adaptados a las pieles sensibles, sin perfumes, sin alcohol, sin conservantes… que respeten el equilibrio natural de la piel. Cada vez son más las firmas cosméticas que lanzan líneas específicas para pieles sensibles. (En la galería puede ver una selección de tratamientos para pieles sensibles).
- Mantener una rutina diaria de limpieza. La limpieza en las pieles sensibles es fundamental, pero hay que evitar frotar, ya que los movimientos agresivos irritan la piel. Por ejemplo, la exfoliación solo es recomendable hacerla una vez a la semana.
Hay que tener especial precaución con los productos de limpieza que se usan, ya que la piel sensible reacciona mal ante el uso de ciertos jabones.
- Utilizar agua tibia y reducir el tiempo de la ducha. El agua caliente deshidrata la piel, por eso es recomendable, en la medida de tus posibilidades, utilizar agua templada para ducharte y fría, para lavarte la cara. Tampoco son convenientes los baños prolongados, reduce el tiempo de tu ducha.
- Huir del estrés y de la fatiga. La piel sensible reacciona ante situaciones de estrés y de fatiga con brotes y erupciones, así que nuestro consejo es que si tu piel es sensible, evites estas situaciones, practicando ejercicios de relajación.
- Evitar situaciones mediambientales extremas. El frío es un gran enemigo de las pieles sensibles, por lo que en invierno hay que extremar los cuidados y en el caso de practicar deportes como el esquí, es necesario hidratar y proteger la piel a menudo.
- La sequedad ambiental también resulta perjudicial para la piel sensible. Por eso es importante mantener una buena hidratación, tanto con cremas, como bebiendo agua. Además en invierno, para contrarrestar la sequedad ambiental que provoca la calefacción, es aconsejable utilizar humidificadores.
- Evitar comidas espaciadas y productos excitantes que también pueden empeorar los síntomas de una piel sensible.
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